Himmelweg (camino del cielo)
De Juan Mayorga
Dirigida por Raimon Molins
En gira, vista el el Corral de Comedias de Alcalá de Henares.
Un texto delicadísimo y lleno de matices, muy representado en España y en el extranjero, que no habíamos podido ver hasta ahora.
Con una estructura narrativa singular: un prólogo que es a su vez un epílogo, basado en un hecho real: una voluntaria de la Cruz Roja visita un campo de concentración nazi cercano a Berlín que le es mostrado como un experimento social, una ciudad autónoma gobernada por judíos y para los judíos y que no levantó sospechas en la visitante, que llegó a redactar un informe favorable respecto a las condiciones de vida y el respeto a los derechos humanos.
En los actos posteriores descubriremos que los supuestos habitantes de esa ciudad ideal eran prisioneros forzados a representar una realidad impostada, una función de teatro para burlar no sólo a los visitantes, sino por extensión a toda la humanidad.
Son muchos los temas que se abarcan: el teatro dentro del teatro, el concepto de obra de arte total que tanto acariciaron algunos nazis, la capacidad de autoengañarnos y no ver la verdad. Lo humano que es querer ayudar y hacer el bien pero lo tremendamente humano que es también confiar en el prójimo y creerse lo primero que a uno le cuentan. Lo que tiene el teatro de engaño y lo que tiene de verdad. El poder, si es que lo tiene, de poder ser orientado hacía el mal.
Como en toda gran obra, hay múltiples niveles de lectura donde el trabajo de los actores se hece imprescindible: desde el mismo juego teatral en los ensayos que presenciamos entre el general nazi (trabajo impresionante de Raimon Molins) y el supuesto alcalde que es en realidad el intermediario entre aquél y el resto de la comunidad (difícil y contenida interpretación de un fantástico Guillem Gefaell), hasta las reflexiones de la visitante, duplicadas en diversos planos gracias a la escenografía en video y que permite ahondar aún más si cabe en sus contradicciones tan mundanas y naturales. Patricia Mendoza hace un trabajo de cámara y de escena a la vez que está mucho más que conseguido.
Finalmente, el teatro de marionetas como metáfora de tantas cosas además de lo evidente que nos insinúa el relato, la manipulación del nacionalsocialismo. Todo ello por supuesto tan bien contado y presentado que se pasa de lo histórico a lo actual, de lo anecdótico a lo universal.
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