Campanada de La Cubana
Campanades de Boda
Teatre Tivoli, desde el 2 de marzo de 2012.
Barcelona
Hay genios artísticos (por ejemplo, Pedro Almodóvar) que consiguen creaciones cumbre a lo largo de su carrera, y de los que se espera en cada nueva obra una superación, un tour de force inesperado que haga olvidar aquellos momentos álgidos en lo que sería una constante superación. Ello nos hace olvidar su poderío imaginativo cuando presentan un nuevo trabajo,del que siempre esperamos, (injustamente y de un modo demasiado exigente), que se superen, que lo hagan mejor. En un país de envidias, no falta quien se atreve a despreciarlos cuando opina que no lo consiguen.
Así, ante obras recientes de la compañía de Jordi Milán, hubo quien auguró el inicio de una decadencia, el fin de un laboratorio de ideas que nos sorprendía montaje tras montaje. Incluso hubo quien se atrevió a abortar su penúltimo montaje con la excusa de la crisis económica. Pero La Cubana ha vuelto con una obra que (creo que no me equivoco), vuelve a ser redonda y que estará muchos meses en el Tívoli de Barcelona antes de dar la vuelta por medio mundo.
No vamos a desvelar las sorpresas que nos depara Campanades de boda. Sólo vamos a decir que el por el precio de la entrada nunca pagaremos bastante. Cómo combinar la comedia con los temas más trascendentes y a la vez cotidianos: las relaciones familiares, el amor, la religión, la comida, el mestizaje cultural… es un secreto que algún día habrá de desvelarnos Jordi Milán en sus memorias.
Técnicamente, comentar que es quizá la obra más escrita y menos improvisada de todas las que hemos visto (los años de experiencia y maestría) y que los actores cada vez están mejor, interpretando personajes menos arquetípicos y con más matices. Más reales. Para su público de siempre diremos que se pasa de les Teresines a Cegada de amor en dos actos imperceptibles (un engranaje dramático excepcionalmente bien trabajado, otra vez) en una gozada que va in crescendo.
Y hasta aquí puedo leer. Lo demás hay que verlo.
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