El rei Lear
Versión y dirección de Lluís Pasqual
Aleix Albareda, Marcel Borràs, Jordi Bosch,Jordi Collet, Laura Conejero,Núria Espert, Míriam Iscla, Jordi Llovet ,Teresa Lozano, Ramon Madaula ,Julio Manrique, Òscar Rabadan, Andrea Ros,David Selvas (personajes principales)
Carles Algué, Alberto Díaz, Eduard Lloveras, David Menéndez, Xavier Mestres, Martí Salvat, Josep Sobrevals, Joan Sureda, David Teixidó i Samuel Viyuela (caballeros, sirvientes, mensajeros...)
Carles Algué, Alberto Díaz, Eduard Lloveras, David Menéndez, Xavier Mestres, Martí Salvat, Josep Sobrevals, Joan Sureda, David Teixidó i Samuel Viyuela (caballeros, sirvientes, mensajeros...)
Teatre Lliure
Vaya por delante mi admiración incondicional a este montaje: creo que perdurará en la memoria del teatro de Barcelona y sin duda será una versión histórica, como pasó cn el 2666 de Roberto Bolaño/Álex Rigola, imposible de olvidar. algo que quedará para siempre en nuestras vidas. Son muchas cosas que iré desgranando aquí.
Vaya por delante mi admiración incondicional a este montaje: creo que perdurará en la memoria del teatro de Barcelona y sin duda será una versión histórica, como pasó cn el 2666 de Roberto Bolaño/Álex Rigola, imposible de olvidar. algo que quedará para siempre en nuestras vidas. Son muchas cosas que iré desgranando aquí.
La traducción se ha hecho ex profeso, con algunos matices que enriquecen el texto y lo hacen más fácil de entender para el espectador de 2015, sin recortar un solo verso del original.
Una obra que, en mi opinión, es la mejor de Shakespeare. El más intenso, el más extremo, y que además cuenta con una subtrama, la de los hermanos hijos del conde de Gloucester, que enriquece sobremanera la trama principal. Los hermanos son el maquiavélico Edmund, que interpreta David Selvas, con unos monólogos increíbles en los que desafía al público, y el traicionado Edgar, que se hace pasar por un loco mendigo, el pobre Tom y que borda nuestro admirado Julio Manrique, desdoblándose varias veces en diferentes personajes según su papel en cada momento y con el que babeamos juntos, literalmente.
Además, el drama está lleno de líneas llenas de ambigüedad que parecen dotarle de un gran poder escénico a todo el conjunto. Cada director puede interpretar esos versos a su manera y usarlo como subtexto. En otras épocas, por ejemplo, se ha insistido mucho en el carácter lascivo de las hijas mayores de Shakespeare, Goneril y Reagan. Aquí, nos lo explica el sabio director, Lluís Pasqual, se ha querido resaltar que aunque los personajes se quieran, el amor no es suficiente, y del amor al odio hay muy poca distancia. Que quien más daño te puede hacer es quien más te quiere. Nos encantó la escena final entre los dos hermanos, cuando uno muere a manos del otro, pero abrazados.
Núria Espert nunca ha sido santo de nuestra devoción, y no entendíamos por qué un papel masculino lo hace una actriz. Visto el montaje, nos hemos dado cuenta que no importa, que la profundidad de los temas tratados hacen irrelevante que sea un Rey Lear o una Reina Lear. También el personaje-bombón del bufón está interpretada por la veterana Teresa Lozano, que se ve acompañada en su buen hacer por acompañamientos musicales y coreográficos, incluyendo beatboxing.
La escenografía es, como suele suceder también en el Lliure, punto y aparte y digna de mención. Se enmarca en una tendencia que hemos visto en otras partes de algo que podríamos llamar minimalismo tecnológico. No hay nada absolutamente en el escenario, pero los elementos necesarios emergen del suelo, de uno en uno y complementados con el texto shakespeariano, unas tablas de madera, pueden hacer las veces de un mapa o de un acantilado de Dover. Ayudan mucho a ponernos en situación las entradas y salidas, desde cuatro puntos diferentes, el numeroso reparto (los cien caballeros) y otros elemento espectaculares, como las antorchas, que son extremadamente poderosas cuando poco más hay en el escenario.
Hay una ayuda de pantallas en segundo plano, un video-wall del que me he quejado en algunas otras producciones porque distrae, pero aquí no lo hace en absoluto. Enmarca la acción, ya sea la tormenta o la fatídica conjunción de astros del primer acto.
Ya he dicho que es la obra más completa e intensa de Shakespeare y en su honor lo mejor del teatro catalán se da cita aquí, a los actores ya mencionados cabe añadir un Jordi Bosch, una Laura Conejero, un Jordi Collet, un Marcel Borràs o un Ramon Madaula que forman una constelación de estrellas difícilmente repetible. Se agradece que cada uno de ellos se hayan amoldado al texto y den lo mejor de sí dentro de sus papeles en un trabajo de equipo encomiable.
Montajes como este justifican que exista el Teatre Lliure. ¡Gracias!
La escenografía es, como suele suceder también en el Lliure, punto y aparte y digna de mención. Se enmarca en una tendencia que hemos visto en otras partes de algo que podríamos llamar minimalismo tecnológico. No hay nada absolutamente en el escenario, pero los elementos necesarios emergen del suelo, de uno en uno y complementados con el texto shakespeariano, unas tablas de madera, pueden hacer las veces de un mapa o de un acantilado de Dover. Ayudan mucho a ponernos en situación las entradas y salidas, desde cuatro puntos diferentes, el numeroso reparto (los cien caballeros) y otros elemento espectaculares, como las antorchas, que son extremadamente poderosas cuando poco más hay en el escenario.
Hay una ayuda de pantallas en segundo plano, un video-wall del que me he quejado en algunas otras producciones porque distrae, pero aquí no lo hace en absoluto. Enmarca la acción, ya sea la tormenta o la fatídica conjunción de astros del primer acto.
Ya he dicho que es la obra más completa e intensa de Shakespeare y en su honor lo mejor del teatro catalán se da cita aquí, a los actores ya mencionados cabe añadir un Jordi Bosch, una Laura Conejero, un Jordi Collet, un Marcel Borràs o un Ramon Madaula que forman una constelación de estrellas difícilmente repetible. Se agradece que cada uno de ellos se hayan amoldado al texto y den lo mejor de sí dentro de sus papeles en un trabajo de equipo encomiable.
Montajes como este justifican que exista el Teatre Lliure. ¡Gracias!
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