Pingüinas
De Fernando Arrabal
Dirigido por Juan Carlos Pérez de la Fuente
Con: María Hervás, Ana Torrent, Marta Poveda, Lara Grube, Ana Vayón, María Besant, Lola Baldrich, Alexandra Calvo, Badia Albayati, Sara Moraleda y Miguel Cazorla
Se nos hace difícil y costoso escribir de una obra que no nos ha gustado en absoluto, pero hay que hacerlo también. Vaya por delante mi máximo respeto para los actores (en este caso casi todas son actrices), que dan la cara noche tras noche, sesión tan sesión, con toda la dignidad de su profesión, para defender lo indefendible.
Supuestamente, este es el primer plato que se nos sirve de los actos conmemorativos del IV centenario de la muerte de Cervantes, que será en 2016. Las mujeres en la vida del escritor alcalaíno se entremezclan con los personajes femeninos de sus obras y se refieren a él como su hijo (Miho). No busquen más argumento porque no lo hay.
No vamos a entrar a juzgar (no es el trabajo de este blog) la prolífica y notoria trayectoria de Fernando Arrabal, que no será recordado por este texto (nos gustó mucho más el anterior Dalí vs Picasso, con muchas menos pretensiones), que repite obsesiones anteriores y lo que es peor, ¡final! con otras obras anteriores. Seguramente es un tratado, o manifiesto, artístico que ganaría si lo pudiéramos leer, porque la cantidad de información y de supuestas genialidades/provocaciones del inventor del teatro del pánico son demasiadas para absorberlas en dos horas de función.
Pánico, en realidad, lo dan dos cosas. En primer lugar, la abundancia de efectos, llamemosles, especiales, que si bien en alguna ocasión pueden ser bonitos estéticamente, distraen y no se justifican para nada con lo que están diciendo las sufridas actrices (el personaje masculino, Miho, supuestamente Cervantes, no habla). Resulta lamentablemente grotesco que se paseen animales vivos porque sí, se queme incienso o que las actrices cabalguen en motos eléctricas decoradas como caballos de tiovivo. Otra falta de respeto grave al público es la disposición del escenario y las gradas, que establece dos categorías entre los espectadores, aquellos a los que las intérpretes miran y aquellos a quien les dan la espalda. ¿Quién es responsable de esto?
En segundo lugar, y esto es lo más grave de todo, el dinero que se ha gastado en esta producción, que parece una combinación del decorado de Mad Max con la inauguración de unos juegos olímpicos. Carísimo de hacer, no se explica si no es por la proximidad de unas elecciones. ¿Con quién se quiere congraciar Ana Botella? Según una aproximación de un vecino de patio de butacas que comparto, se podrían haber hecho unas diez producciones de teatro más modesto con lo que ha costado toda esta maquinaria.
Es una auténtica inmoralidad que mientras en salas pequeñas haya actores que trabajan por muy poco o por nada directamente, innovando y haciendo el verdadero teatro de la ciudad se haya gastado todo este dinero en la obra de un autor que está consagrado ya. Eso sí, que resulta moderno y rentable para hacerse una foto. Llámese Arrabal o Vargas Llosa, del que algún día alguien tendrá que explicar cuando se le contrató como autor residente del Teatro Español.
Todo esto no me lo estoy inventando yo, al estreno y su fiesta posterior me remito.
¿Teatro de escaparate?, por favor no vuelvan a hacer algo así.
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