Escuadra hacia la muerte
De Alfonso Sastre
Versión y dirección de Paco Azorín
Con Jan Cornet, Iván Hermes, Carlos Martos, Agus Ruiz, Unax Ugalde y Julián Villagrán
Teatro María Guerrero, Madrid
III Guerra Mundial: Cinco soldados y un sargento esperan en un búnker las órdenes, que nunca llegan, para pasar a la acción en una misión que no saben cuál es contra un enemigo que también desconocen.
Alfonso Sastre, autor maldito de las tablas españolas, no pudo más que ver hasta ahora dos representaciones de este texto en 1953: a la tercera función fue censurado por las nada sutiles autoridades franquistas, que como solía ocurrir, no veían más allá de la literalidad del escenario y no les gustaba que sus personajes fueran militares con pasado turbio: el Alto Estado Mayor del Ejército argumentó que «la obra retrataba todo lo innoble que puede ser el sujeto humano», y «llevando al espíritu del espectador una impresión irreal de la familia militar».
En realidad, cabe leer la obra como un producto de su tiempo, a medio camino entre el existencialismo pesimista después de la II Guerra Mundial por un lado y teatro del absurdo por el otro, con personajes bastante desdibujados pero que gracias precisamente a que tenemos poca información sobre ellos podemos entender y hacer nuestros sus sentimientos más desnudos, más desprovistos de cualquier otra circunstancia u ornamentación: la culpa, el miedo, la esperanza... Es aquí precisamente, donde mejor se aprecia la calidad del texto y lo acertado de su recuperación. Las sensaciones (de pérdida, de ganas de salir adelante, de desconfianza, de sobresalto) parecen adaptarse muy bien a nuestra época, después de una crisis económica y social que no ha dejado títere con cabeza y que ha cambiado para siempre muchas de las cosas que teníamos como ciertas. Dice Paco Azorín que sólo ha actualizado el lenguaje y poco más, por lo que el texto se revela no sólo profético (esa guerra contra un enemigo desconocido...) sino universal y clásico.
Otra cosa es que sea fácil alcanzar a un público generalista y no avezado del año 2016 todo lo que creo que se quiere dar a entender. Yo creo que actores y director lo consiguen en buena medida, aunque es obvio que el texto no es fácil. Cada actor tiene su momento y su ocasión de demostrar su calidad, pero es la mayor parte del tiempo un trabajo en equipo muy bien coordinado, y el final esperanzado es muy lógico, consecuente y muy buen puesto en escena. La luz al final del camino, o de la escalera.
Una buena propuesta, en definitiva, que hay que ir a ver para entender cierto momento (y autores) del teatro español que seguían las tendencias internacionales, mientras el régimen imperante promocionaba sólo a Jacinto Benavente o a Enrique Jardiel Poncela, más tradicionales y castizos.
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