El cartógrafo

Texto y dirección: Juan Mayorga
Con Blanca Portillo y José Luís García Pérez
Matadero, Madrid

"Un mapa hace visibles unas cosas y oculta otras. Si un cartógrafo te dice que es neutral desconfía de él"


Hubo un momento curioso, que seguramente se repite en las diferentes representaciones de la obra, cuando fui a verla el otro día: mientras la voz de los señores del matadero nos daban el aviso de que faltaban tres minutos para el inicio de la función, aparecen los dos actores para acabar de mapear la escenografía, de darle el último retoque. Se extendió en la platea un silencio sepulcral casi equivalente al que debía imperar durante la representación. Como si se hubiese aparecido la virgen o, a tenor del color dominante en ropa y mobiliario, el mismísimo diablo.

Este tono de sacralidad y reverencia es lo único que me sobra de esta excelente obra. Todos sus protagonistas están en su mejor momento: Juan Mayorga logra estrenar sus textos con la misma facilidad dentro de España que fuera de ella, por ejemplo, y nosotros nos alegramos porque tienen mucho empaque dramático y mucha materia para pensar. Últimamente hemos visto Himmelweg y Reikiavik y hemos salido muy contentos. Blanca Portillo y José Luís García-Pérez tienen ese efecto de normalidad, de gente que podemos tener a nuestro lado cada día, y de hacernos pasar de un sentimiento a otro con la mayor facilidad. Pueden representar múltiples papeles, mutando en escena sin necesidad de atrezzo ni iluminación ninguna: una mirada, una sonrisa... basta.

La historia, de múltiples capas, nos habla de muchas cosas, de la necesidad de hacer memoria, tan urgente en la España actual. De cómo se elige lo que se cuenta de un modo similar al que se pinta un mapa, seleccionando unas cosas y dejando fuera otras: de cómo si se quiere contar todo, el mensaje es tan confuso que no se entiende nada. Y de que estas reglas se aplican a los mapas, a teatro, a la vida...

La escenografía es minimalista como las luces o el vestuario. De este modo, cualquier gesto, cualquier movimiento (atención al gran trabajo pantomímico, quizá de lo que más nos gustó, del dúo de intérpretes), cobra un significado mucho más intenso porque no hay literalmente nada más en el escenario.




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