Tender Napalm
de Philip Ridley, traducido/adaptado por Adriana Nadal.
Con Pau Roca y Ariadna Cabrol. Bailarines/acróbatas del PSIRC: Wanja Kahlert, Adrià Montaña y Tona Punsola.
Dirigido por Pau Roca
Sala Beckett, Barcelona
Explosión de sensaciones en la Sala Beckett (por cierto, qué espacio más fantástico es la sala de dalt, de arriba, con sus puertas a modo de jaula y su aspecto de nave industrial).
Philip Ridley continúa la tradición británica de teatro salvaje que remueve conciencias en una generación de autores que los críticos llaman in yer face (algo así, se me ocurre, como "en toa la cara"). Una generación de la que forman parte Irvin Welsh, creador de Trainspotting o Mark Ravenhill (Some Explicit Polaroids, Shoot/Get Treasure/Repeat)..., digna sucesora de los Angry Young Men o, más atrás en el tiempo, del teatro macabro del siglo XVII.
La obra se nos presenta con una opción: podemos ver un prólogo de dos minutos en el que se nos da una pequeña clave para poder entender lo que vamos a ver después, o no. Una vez hecha y llevada a cabo nuestra elección, empieza la verdadera función. Una pareja se quiere pero se odia, se ama pero se maltrata, parecen tener diálogos lógicos y plausibles, realistas, pero de repente estos se convierten en fantasías aparentemente inconexas. Las ilusiones incluyen elemento mitológicos, marinos, sexuales en el aspecto más genital de la palabra.. ¿es posible que estemos ante unos flashbacks no anunciados, ante un sueño?, ¿son las mismas personas? ¿Puede ser que en la manera de conocerse este el germen del final de una relación? Estos interrogantes nos mantienen en vilo y se van explicando poco a poco al público, a modo a veces parecido al torrente de conciencia que podríamos encontrar en una novela. Para acabar la sorpresa final, que lo será un poco menos si hemos visto el prólogo.
Podemos ver en este teaser el nervio onírico del conjunto.
Sala Beckett, Barcelona
Explosión de sensaciones en la Sala Beckett (por cierto, qué espacio más fantástico es la sala de dalt, de arriba, con sus puertas a modo de jaula y su aspecto de nave industrial).
Philip Ridley continúa la tradición británica de teatro salvaje que remueve conciencias en una generación de autores que los críticos llaman in yer face (algo así, se me ocurre, como "en toa la cara"). Una generación de la que forman parte Irvin Welsh, creador de Trainspotting o Mark Ravenhill (Some Explicit Polaroids, Shoot/Get Treasure/Repeat)..., digna sucesora de los Angry Young Men o, más atrás en el tiempo, del teatro macabro del siglo XVII.
La obra se nos presenta con una opción: podemos ver un prólogo de dos minutos en el que se nos da una pequeña clave para poder entender lo que vamos a ver después, o no. Una vez hecha y llevada a cabo nuestra elección, empieza la verdadera función. Una pareja se quiere pero se odia, se ama pero se maltrata, parecen tener diálogos lógicos y plausibles, realistas, pero de repente estos se convierten en fantasías aparentemente inconexas. Las ilusiones incluyen elemento mitológicos, marinos, sexuales en el aspecto más genital de la palabra.. ¿es posible que estemos ante unos flashbacks no anunciados, ante un sueño?, ¿son las mismas personas? ¿Puede ser que en la manera de conocerse este el germen del final de una relación? Estos interrogantes nos mantienen en vilo y se van explicando poco a poco al público, a modo a veces parecido al torrente de conciencia que podríamos encontrar en una novela. Para acabar la sorpresa final, que lo será un poco menos si hemos visto el prólogo.
Podemos ver en este teaser el nervio onírico del conjunto.
El trabajo de los actores es muy físico, tiene mucho movimiento, a veces de juegos infantiles o de las mismas situaciones imposibles, que narrábamos antes. La violencia verbal se conjuga con una poética y belleza brutales (para mí esta característica es el punto fuerte de toda la propuesta: combinación de agresividad y de poesía) gracias al apoyo de unos bailarines/acróbatas que coprotagonizan la obra y son un apoyo imprescindible a veces a esos movimientos. Otras veces simplemente aportan plasticidad (insisto, estéticamente muy bonita) a los movimientos.
Un trabajo fenomenal que nos trae la compañía Sixto Paz, una de las residentes en la Sala Beckett. Fantástica, necesaria, una gozada.
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