La Gaviota

 

 

de Antón Chéjov, adaptada y dirigida por Àlex Rigola

Con Nao Albet, Pau Miró, Xavi Sáez, Mónica López, Irene Escolar, Roser Vilajosana

Teatro de la Abadía, Madrid 

Àlex Rigola nos propone un juego que sería algo desconcertante si no nos lo hubiera mostrado ya en Vania Ivànov, o en Un enemigo del pueblo.

Los actores se funden con los personajes, de modo tal que no tienen ninguna intención de parecer rusos, se llaman igual y salen al escenario con ropa de calle, tratando de ser ellos mismos experimentando los conflictos chejovianos. Se diluye la frontera entre el arte y la vida.  Nao Albet ejemplifica esto perfectamente al interpretar a Tréplev, un dramaturgo experimental, y que está celoso de la nueva aventura amorosa de su madre, Mónica López/Irina Arkádina, gran actriz consagrada en espectaculos convencionales. Aquí hay ecos de Hamlet, del que se recitan fragmentos al principio. Tan llevada a sus últimas conscuencias esta manera de trabajar es que Pau Miró, que no es actor sino autor teatral, hace de Trigorin, un famoso escritor.

El experimento, que ya no lo es tanto, funciona y sale bien. Lo mejor para mí es cuando los diferentes actores y actrices explican partes de su intimidad que sabemos o intuimos que son reales, porque han creado un clima de verdad y sinceridad teatral como pocas veces se ve. Llegamos a pensar si será Nao el hijo secreto de Mónica. 

Pero oh sorpresa, cuando acudimos al texto original no son tantas las diferencias (el intento de suicidio de Tréplev, fuera de campo, la gaviota como símbolo de Masha/Irene Escolar, la cadena de amores no correspondidos, la presencia de un arma que debe ser utilizada...) y es esta magia la que nos subyuga, quietos en el sillón, haciendo que pase el tiempo volando, emocionandonos con una acción que sucede mucho más en los desolados corazones de los personajes que sobre el escenario.

¿He dicho ya que todo el elenco está insuperable como cabía esperar de ellos? Maravilla que debe verse en todas partes.



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