El enfermo imaginario
Dirigido por Josep Maria Flotats
Teatro de la Comedia, Madrid
Una gran producción que vale todo lo que ha costado: grandes actores y actrices que han disfrutado haciéndola, una escenografía espléndida, un juego de luces que nos narra el tiempo sin que se note, y con un director que sabe lo que se hace y con toda su experiencia al servicio del conjunto, sin que por ello resulte un espectáculo apolillado o antiguo, Moderno, contemporáneo de nuestros mismos días sin tocar aparentemente nada. Conocedor del subtexto porque ama al autor, Flotats no necesita presentación ni protagonismo a estas alturas, pero es un gran actor y director.
Una comedia muy subversiva que a pesar del título, carga más contra la devoción a la medicina y los sanitarios de la época, que se parecían más a curanderos y vivían más de la fama que de sus conocimientos reales, nos mantiene toda el tiempo con una sonrisa o una carcajada.
Los actores, estupendos todos, tienen sin embargo momento de lucimiento más especiales unos que otros, solamente porque Molière los escribió así: protagonistas o coprotagonistas. Así, ademas de Flotats, (muy sencillo para lo que nos tiene acostumbrados, se nota que maneja el registro a la perfección) tenemos a Anabel Alonso como la criada Tonina, que se sale con sus idas y venidas, desencadenando prácticamente toda la acción o Rubén de Eguía, un enamorado Cleantes que se convierte en rapsoda en un monólogo que por sí solo hace que valga la pena la función: no sabemos si es por el texto por cómo lo pone en escena él. O el siempre (aquí aún más) solvente Joaquín Notario que hace de Beraldo, el hermano protagonista con cierto ascendiente sobre él y que resulta clave en el final del conflicto.
Todo funciona como un engranaje y sin embargo resulta de lo más natural, como si sucediera por primera vez en el escenario. Maravilla, tiene que girar para que la pueda ver más gente.
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