El bar que se tragó a todos los españoles
Escrita y dirigida por Alfredo Sanzol
Con Francesco Carril, Elena González, Natalia Huarte, David Lorente, Nuria Mencía, Jesús Noguero, Albert Ribalta, Jimmy Roca y Camila Viyuela.
Centro Dramático Nacional - Teatro Valle Inclán, Madrid
¿Cómo hablar de esta maravilla sin destriparles la sorpresa?
El planteamiento ya se establece en el programa de mano, una historia a partir de la biografía del padre de Sanzol, un hombre que fue enviado al seminario a los 12 años, sin elección, cuelga los hábitos a los 31 para poder elegir su vida. Ejercer la libertad. Muy difícil y muy duro en su caso. Se puede decir que es el tema principal, el derecho al libre desarrollo personal de todo ser humano, que él ve truncado.
Hay algo de comunión inconsciente con el público en estos tiempos de pandemia, ya que nosotros tampoco somos totalmente libres de nuestros actos desde hace ya un año. Identificación total con el protagonista, Jorge Arizmendi o Francesco Carril, que es el único que no desdobla en varios papeles y que hace un trabajo emotivo, precioso, monumental. Los otros también están maravillosos, y siguen sorprendiéndonos pese a haberlos visto ya en notables trabajos: Jesús Noguero, Albert Ribalta, Camila Viyuela...
Otro aspecto que encandila al público es el andar de bar en bar, cuando uno no tiene casa (ni vida propia como el protagonista), nuestra vida es una road movie y el bar es el lugar donde podemos conocer extraños, identificarnos (o no) con maneras de ser y de vivir, y aprender. Muchos bares ahora están cerrados, y es gratificante contemplar las relaciones y los aprendizajes que se establecen, desde la primera experiencia sexual hasta el encuentro con unos estafadores.
Otra faceta que sin duda gusta, pese a lo contemporáneo del texto como ya he dicho, es la recreación de una época: las conferencias telefónicas, la edad dorada de Estados Unidos... y cómo se reflejan, para bien o para mal, en nuestro presente. Es evidente que hemos ido a mejor en muchas cosas, pero no en todas.
Y a partir de estos planteamientos, sorpresa tras sorpresa. Un no parar que podría ser una película, una miniserie... al gusto actual también aunque sea una historia del siglo pasado. Se habla de cosas muy importantes y trascendentes a golpe de comedia y de acción. Dos ejemplos son la escena de la pistola o la afirmación que dice Arizmendi de pasada y sin que los personajes que le escuchan se paren a reflexionar: "la eternidad son los hijos".
Los actos se separan con un cambio de escenografía, un diseño espectacular de Alejandro Andújar en que cada bar es diferente y es el mismo a la vez.
Llega el final: ¿de verdad han pasado tres horas?
Aún se puede ver en Madrid, pero habrá gira en Sevilla, Santiago de Compostela, Valencia, Barcelona y Pamplona.
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